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Existen pruebas de que comer rápido hace que comamos más de la cuenta. Para explicarlo de un modo muy simple: para parar de comer nuestro cerebro tiene que decirnos que paremos de comer. El cerebro tiene que darse cuenta de que el estómago está lleno para avisarnos de que dejemos de comer. Desde que se llena el estómago hasta que el cerebro recibe esta información pasa un tiempo: unos 20 minutos. Si te habitúas a comer despacio, consumirás menos comida de la que consumes cuando comes rápido. Además, comer rápido puede hacer que la absorción del alimento y otros procesos fisiológicos no se lleven a cabo adecuadamente.
Establecer una meta de tiempo. Esta semana proponte emplear como objetivo tardar cinco minutos más de lo que habitualmente empleas. Si lo logras la semana que viene, aumenta otros cinco minutos, y así hasta que logres el tiempo adecuado. Todo debe ser gradual y permanente.
Comer despacio proporciona mayor satisfacción a la boca , nos ayuda a obtener más nutrientes (en la saliva hay enzimas que descomponen los alimentos; ello sólo ocurre si masticamos despacio) y damos tiempo a que la comida llegue al intestino delgado y desencadene la señal “ya estoy lleno”
Objetivo: enlentecer el ritmo y aumentar el espacio de decisión y conciencia acerca de si necesito seguir comiendo o ya estoy bien y no necesito más Te guiarás por tus sensaciones internas y no tanto por las señales externas como dejar vacío el plato, seguir comiendo de la fuente que está en la mesa,...
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